No se pudo: Marichuy no estará en la boleta

Édgar Velasco
4 min readFeb 20, 2018
Foto tomada de Zona3.mx

Es 20 de febrero y acabo de desinstalar de mi teléfono la app del Instituto Nacional Electoral (INE). Con ella estuve recabando, de manera intermitente, firmas para respaldar la asipración de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, para ocupar un lugar en la boleta electoral el próximo 1 de julio y competir por la Presidencia de la República en representación del Concejo Indígena de Gobierno impulsado por el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Para lograr colarse a la boleta, Marichuy requería reunir el apoyo del 1 por ciento del padrón electoral nacional, apoyo que, además, debería contemplar a al menos 17 estados del país. Es decir, debía reunir 866,593 apoyos válidos. El periodo de recolección de firmas comenzó en octubre y terminó el 19 de febrero. Según la información preliminar del INE, Marichuy sólo reunió 255,034, es decir, apenas el 31.8 por ciento de los requeridos. A menos que el CNI y el EZLN tengan un as bajo la manga — por ejemplo, las miles de firmas en papel que recabaron con permiso del INE, aunque suena improbable porque fue apenas en un puñado de municipios — es un hecho que Marichuy no va a estar en la boleta.

Debo de reconocer que me entusiasmé mucho desde que, en octubre de 2016, se anunció la posibilidad de que el CNI y el EZLN participaran en la elección. Y, obvia decirlo, me entusiasmé todavía más cuando en mayo se anunció que sí buscarían un lugar en la boleta y que serían representados por una mujer indígena. La mera enunciación del concepto era un reto y una provocación: en un país en el que los pueblos originarios son menospreciados y discriminados; en el que las mujeres viven en permanente estado de acoso o son muertas por el solo hecho de ser mujeres, tener en el escenario electoral a una mujer indígena hizo que más de alguno activara las más despreciables muestras de racismo y misoginia. Me tocó leer comentarios tipo «Marichuy se parece a la que me limpia la casa» o «No mamen, que mejor se vaya a echar tortillas», por citar sólo dos ejemplos.

Más allá de la misoginia y el racismo, o de la dificultad que representó la recolección de firmas con los dispositivos móviles — el primer mes no pude reunir firmas porque la app no funcionaba en mi teléfono — , me sigo preguntando por qué Marichuy no llegó a reunir las firmas necesarias para figurar en la boleta. Seguramente en los próximos días y semanas vendrán los especialistas a explicar las cosas y lo harán de mejor manera. Esto es apenas una catarsis personal con algunas reflexiones.

La primera razón que veo es que no nos supimos organizar. Nos han generado tal apatía por la política que, me parece, no supimos involucrarnos de una manera eficiente y eficaz. Muchos tardamos demasiado tiempo en entender que el fin último no era estar en la boleta, sino en generar bases, grupos, propiciar el diálogo y el encuentro entre las personas. Y si no entendíamos eso, no podíamos trasmitirlo. Y eso me lleva al otro punto: diálogo, encuentro y organización son conceptos fundamentales para los pueblos originarios, pero prácticamente ajenos en las sociedades urbanizadas, y no se diga para el ecosistema político-electoral. Vamos, muchos ni siquiera pudimos entender bien el concepto de «asamblea» para organizarnos.

Al mismo tiempo, y aunque parezca contradicción, no supimos explicarle a la gente la importancia de que Marichuy estuviera en la boleta. Muchos buscamos convencer a la gente de confiar en conceptos que le resultaban completamente ajenos. Quisimos darle demasiada información en poco tiempo a personas que ni siquiera tenían claro qué es un candidato independiente o que existía un Congreso Nacional Indígena. No pudimos explicarle a la gente que el trabajo era para que los pueblos originarios tuvieran acceso a un espacio que les ha estado vetado desde hace demasiado tiempo cuando nuca debió estarlo. Muchos no entendieron que era un apoyo y no un voto. No supimos, pues, hacernos escuchar.

Una vez más caí —¿ caímos? — en la trampa de la burbuja de cristal. Era tal el entusiasmo en mi círculo cercano y en las cuentas que sigo en redes sociales, que por un momento me pareció hasta una obviedad que Marichuy recabaría las firmas. «A huevo», respondía cuando me preguntaban si creía que lo iba a lograr. La convicción se fue diluyendo conforme avanzaron los días y el número de firmas no. Y es que no bastaba con firmar: era necesario convencer a otros de que lo hicieran o, incluso, registrarse uno mismo como auxiliar y recabar apoyos en el círculo inmediato. Que me sirva — ¿nos sirva? — de lección para lo que resta del proceso electoral. Hay que estar atentos a todas las voces, por más que se contrapongan a nuestros intereses. Y eso hay que hacerlo siempre.

Finalmente, me queda el amargo sabor de que los políticos lo volvieron a hacer: secuestraron la figura de las candidaturas independientes. Los tres aspirantes que sí lograron las firmas — El Bronco, Margarita y Ríos Píter — se vieron beneficiados de la estructura partidista a la que dicen haber renunciado. Mentira. Ahí está: aceitada y en operación.

Mención aparte merecen los jóvenes de Wikipolítica. Con Pedro Kumamoto como ariete, salieron bien librados del proceso de recolección de firmas y prácticamente todos sus aspirantes estarán en la boleta, ya sea buscando una diputación federal, local o un escaño en el Senado. Bien por ellos. Sin duda tenemos mucho qué aprender.

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Édgar Velasco

Patafísico reprobado. Escribo cuentos. Publiqué «Fe de erratas», «Ciudad y otros relatos» y la plaquette «Eutanasia» (Paraíso Perdido, 2018, 2014 y 2013).